as crisis actuales que vivimos como sociedad nos hacen un llamado a la humanidad para relacionarnos de otras maneras, para existir desde valores universales como el cuidado de sí mismo, pero también del otro, y pensando en nuestro planeta como esa gran “casa común” que nos corresponde proteger a todos, esa creación divina que nos permite vivir. Hoy más que nunca, necesitamos co-construir una sociedad que encuentre en el cuidado, en la no-violencia y en la solidaridad, un camino para encontrar salidas que nos fortalezcan como seres humanos. En ese sentido, sabemos que la educación es fundamental para trazar y construir proyectos sociales, económicos, culturales y políticos que aporten a la construcción de esos nuevos horizontes que todos anhelamos, pero que pocos ayudamos a edificar.
Es común en tiempos de dificultades encontrar voces que reclaman salidas inmediatas, sin una implicación constructiva y consecuente con la vida misma. Es lamentable vivenciar, en estos últimos días, actos vandálicos que atentan contra la vida y la integridad de las personas, en nombre de la indignación ciudadana o de la justicia social, aún peor, considerados actos de ciudadanía, sin tener presente que terminan afectando en últimas a las personas de las clases sociales menos favorecidas, profundizando aún más la crisis.
Es menester que, desde la educación, dinamicemos el ejercicio de una ciudadanía que no se quede únicamente en un simple cuestionamiento de las realidades sociales, sino que, por el contrario, trascienda a la construcción de nuevas salidas, de nuevas opciones, de nuevas oportunidades, desde la paz y el diálogo.
Estamos llamados a formar jóvenes ciudadanos que propongan y gestionen alternativas de transformación social. Una estrategia desde la cual se puede reconstruir una sociedad que tramite sus problemas y crisis de manera diferente, puede ser el voluntariado, una práctica de acción solidaria, que trasciende lo individual, que comprende y comparte las dificultades del otro, para que, de manera colectiva, se puedan encontrar alternativas de solución. El voluntariado, como acción solidaria, puede ser una de las mejores opciones para ejercer una ciudadanía activa. Se trata de asumir la solidaridad como un principio que nos invita a incrementar nuestra sensibilidad hacia los demás, una forma de hacer frente a las necesidades reales de las personas y de los pueblos. Esta concepción plantea la solidaridad como el motor de la acción empática hacia el otro. En este marco, el voluntariado promueve actitudes de compromiso dirigidas a la transformación las realidades a partir de acciones responsables como parte de un ejercicio ciudadano.
En medio de esta crisis, todos necesitamos de todos. Necesitamos voluntarios, que, desde su experticia, ayuden a la reactivación de los micronegocios que se han visto afectados por la pandemia. Necesitamos de voluntarios que, desde su capacidad de escucha, acompañen a otros a encontrar el sentido de la vida. Necesitamos de voluntarios que, desde la fraternidad, apoyen a las familias afectadas por la migración y el desarraigo. En general, precisamos de ciudadanos voluntarios que, desde su iniciativa de servicio desinteresado y altruista, contribuyan al cuidado y a la dignificación de la vida humana.
Columnista Invitado :
P. Harold Castilla DevozRector General de Uniminuto